Me he propuesto recorrer el camino que queda marcado por la obra Un Curso de Milagros. Este libro, que se compone de un tomo con el texto, otro tomo de lecciones, y un manual para el maestro, ha supuesto un verdadero cambio para mí.
Tengo la intención de ayudarme de estas letras virtuales para ir estudiando, poco a poco, todo el curso. En realidad llevo dos años haciéndolo, esta no es sino otra estrategia más para aprender, puesto que aquello que enseñas es lo que aprendes. "Enseña solamente amor, pues eso es lo que eres", dice el Curso.
TUVO QUE PASAR UN ACCIDENTE QUE ME DESPERTASE... Esta obra llegó a mí después de un accidente de esos inexplicables que te dejan unos días fuera de circulación. Por una maniobra extraña de mi tabla de surf, que saltó por los aires después de que una ola la clavase en la arena, la quilla cayó sobre mi ceja y mi ojo izquierdos. No perdí el ojo, afortunadamente, pero sí me quedé con la sensación de que cualquier cosa podía conllevar un peligro extremo, algo inasumible. La sensación de miedo. El miedo que hace que pienses que cualquier determinación que tengas en la vida no es más que papel mojado cuando las circunstancias te dan una bofetada.
Como siempre que me encontraba en un apuro, eché mano de mis maestros, en aquella ocasión Wayne Dyer, que dijo algo que se me quedó grabado a fuego. Citó la obra UCDM, concretamente mencionó las líneas del Capítulo 18, El final del miedo, en el apartado III, punto 3: "Si supieras Quién camina a tu lado por la senda que
has escogido, sería imposible que pudieses experimentar miedo". Así que conseguí la obra y comencé a leerla con atención.
LAS JUGADAS DE MI EGO... Al menos intenté leer con atención. Dedicaba muchas de mis horas a aquella obra que, aún a pesar de mis grandes dotes de lectora, curtidas en años y años de estudio y dedicación a la literatura, me era imposible comprender. Me quedaba dormida. Las palabras parecían quedarse sin significado. El único motivo por el que continuaba leyendo era la enorme energía cálida que me envolvía cada vez que me sentaba a leer. Eso, y la autoridad con la que aquellas palabras leídas resonaban en mi mente. Un libro al que tuve que dar vueltas porque no decía quién era el autor, se mostró como una obra importante, llena de vida. Pero como casi todo el mundo la primera vez que accede al libro, lo abandoné. Lo dejé en el capítulo veinticinco. Eso sí, aunque mi ego —burlón, insidioso, cansino y tentador— había ganado aquella batalla, yo le había ganado la guerra.
UN AÑO MÁS TARDE... Doce meses, después de aquel accidente que me obligó a despertarme de un tabletazo en la cabeza, retomé la obra UCDM. ¿Cómo? Bueno pues porque estaba desesperada. Había pasado los doce peores meses de mi vida. ¿No había el Curso cambiado mi vida? Sí, pero lo primero que ocurre cuando comienzas a estudiar el Curso es que "tu vida" —esa ilusión que antes te llenaba los sentidos— se desmorona. Literalmente, se derrumba, se destartala, se convierte en algo horrible...
Todo, con gran delicadeza, eso sí, un poco de ira, un poco de resentimiento, una pizca de "por qué a mi" y otras cuestiones que hacen que, cuando mires a tu alrededor, te preguntes qué haces aquí, si no hay algo mejor y qué sentido tiene engancharse a trabajos, personas, cosas —y filetes— que no duran mucho. Entonces me llegó, a través de un mensaje, un enlace a una obra —La desaparición del universo—, que me explicó con un lenguaje llano, las enseñanzas de UCDM. Más tarde, a lo largo de los meses, llegarían Enric Corberá, Nick Arandes, Philip Urso...
Pero lo más importante, vino a mí la obra original escrita por Helen Schumman —canalizando a Jesús—, y su estudio de Kenneth Wapnick. Volvió la energía, el conocimiento interior, la certeza. Volvió el Espíritu Santo —llámalo Guía Interior, o tu Ser Superior,si el lenguaje cristiano te chirría, a mí también me resultaba extraño, al principio—, volvió UCDM.
LA HISTORIA CONTINÚA... Es obvio, estoy en el mundo, sigo soñando que vivo metida dentro de un cuerpo que morirá algún día, que este cuerpo tiene una historia, y que, de algún modo, debo oponerme a los acontecimientos que me suceden para mantener mi identidad y prestigio. (Si estuvieras aquí conmigo, me oirías reír ante estas ideas...je, je). Lo que sí puedo decir es que, todos los días, intento que la pesadilla no me afecte tanto. Estudio el Curso, si quieres podemos estudiarlo juntos, y pido —a cada instante—, que el ES me ayude a perdonar, acceder a la paz que me compone, y volver a despertar en casa: el hogar del que nunca salimos para vivir la ilusión que nunca tuvo lugar... ¿y cómo no iba a poder concedérseme algo que ya es una realidad?
Bienvenidos, todos y todas los que queráis seguir adelante en este viaje, yo voy con vosotros/as.